La lectura en la infancia

El siguiente es un concepto que he ido modificando y enriqueciendo con el tiempo, y se encuentra en estado de permanente revisión y ajuste. Hoy quiero compartirlo, como forma de repensarlo.

La lectura de libros desde temprana edad supone, entre otras cosas,

que los niños accedan al lenguaje, a las formas literarias y artísticas,

al imaginario colectivo y a las posibilidades de socializar, de

compartir y de generar un sentido propio.

Señalo en negritas las ideas sobre las que quiero detenerme.

Empiezo por el lenguaje.

El lenguaje es el reconocimiento de las palabras más los procesos relacionados con la comprensión del significado de esas palabras. Esta es la base del aprendizaje lector y son dos aspectos, el reconocimiento de las palabras y su comprensión, que no pueden separarse, sino que conviven. Son ideas que se complementan y se relacionan de manera interactiva y progresiva, según el grado de desarrollo del niño, incluso involucrando aspectos motivacionales y sociales, no solo los individuales.

Por otra parte, las formas literarias y artísticas se refieren a un aspecto esencial de la comunicación y del acceso al arte. El hombre es, por naturaleza, un creador. Para expresar sentimientos, pensamientos y emociones ha recurrido, históricamente, a diferentes lenguajes, que lo han acercado al arte. Y el acceso al arte le ha permitido estar en contacto con un legado familiar y social, así como explorar y descubrir otras visiones del mundo, mostrar sus percepciones y plasmar su sensibilidad.

El imaginario colectivo entra en el concepto inicial como un pilar básico. Edgar Morin ha definido el imaginario colectivo como: el conjunto de mitos, formas, símbolos, tipos, motivos o figuras que existen en una sociedad en un momento dado.

En el proceso lector no se está viabilizando solo lo cognitivo o lo emocional, sino que se activa también lo social. Los niños viven sus primeros intercambios lectores en vinculación con otros y eso les permite la relación, el intercambio. Por otro lado, escuchan o leen historias que cuentan sobre realidades concretas, a veces de manera más sutil y otras de forma directa, lo que los acerca a ese imaginario colectivo, fundamental para su comprensión del mundo.

Siguiendo esa idea de relacionamiento y vinculación con otros es que aparecen las posibilidades de socializar y compartir. Como los procesos lectores en la infancia se dan en relación con pares y mediadores, el libro se transforma en una vía para compartir y socializar. Favorece la puesta colectiva de ideas y puntos de vista. Y, desde ese lugar de intercambio, se motiva especialmente la imaginación y la creatividad cerca de otros, en colaboración con otros.

La generación de un sentido propio también es una consecuencia de la vivencia artística, que es atravesada por conceptos, experiencias y emociones personales que marcan a cada niño, a cada persona, de manera singular. Tener un sentido propio permite dar una visión crítica y la visión crítica posibilita el cambio social, más tarde o más temprano.

Los libros, la lectura y el arte en general ofrecen enormes posibilidades cognitivas, emocionales y sociales en todas las etapas de la vida, pero en la niñez es cuando se tornan decisivos para la construcción del ser.


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