¿Qué es un álbum ilustrado o libro-álbum? Intento de definición colectiva

En El Blog de los Libros, un grupo de Facebook que administro en el que entusiastas lectores compartimos recomendaciones, experiencias y opiniones, se dio un rico intercambio acerca de qué es un álbum ilustrado o libro-álbum.

Todo comenzó con una pregunta de David Ramos, librero de la Librería Central de Zaragoza, sobre una cuestión que a él le intriga desde hace tiempo: «¿Qué es un álbum ilustrado?».

Y a esta interrogante inicial agregó luego otras: «¿Solamente que tenga ilustraciones y sea de temática infantil-juvenil ya lo convierte automáticamente en un álbum ilustrado o, por el contrario, tiene que contar una historia?».

Tras dejar estas preguntas anteriores, David compartió la última: «¿Qué opináis?».

La primera en salir a opinar fui yo, porque es un tema que me apasiona, sobre el que me encanta profundizar y, sobre todo, conocer otras miradas y aprender de ellas:

«En un álbum ilustrado deben convivir los lenguajes y las narraciones. El texto, desde lo literario, cuenta una historia, pero también lo deben hacer las ilustraciones, desde lo gráfico. Pueden contar historias distintas, incluso. A mí me gusta pensar que se trata de lenguajes que a veces se acercan, otras discuten y otras también cuentan cosas diferentes, al punto de generar una tensión narrativa que el lector tiene que descifrar (el rol del lector no es menor en este tipo de libros, por cierto). Hay una narrativa textual y una narrativa gráfica, usualmente. También es cierto que hay álbumes que no tienen texto y solo apelan a la narrativa gráfica, pero la narración debe existir. Es necesario contar una historia. Los libros que tienen ilustraciones que reflejan literalmente lo que dice el texto para mí se salen de la categoría. Pueden ser libros ilustrados, pero no álbumes. Hay una diferencia importante».

Marina di Marco, licenciada en Letras e integrante del Taller de Corte y Corrección, hizo sus interesantes agregados desde Argentina:

«Una cosa más, que se me ocurrió así, a vuelo de pájaro: por más que muchas veces pensemos sobre todo en lo narrativo, y en particular en los cuentos, también hay hermosos libros-álbum de poesía. En ese sentido, resulta muy interesante ver cómo los distintos lenguajes (icónico y verbal) suman nuevas capas de sentido, siendo que el texto de por sí, por ser poesía, se percibe como más abierto a la polisemia».

Entusiasmada, volví a agregar yo otras ideas:

«El aspecto editorial en sí es muy importante y es parte de ese “todo” que termina siendo el álbum ilustrado. Las decisiones de diseño gráfico (tipografías, elementos, uso de los espacios) y de cuidado editorial (papeles, medidas, formatos) son también parte especial de los álbumes y son la frutilla que termina convirtiéndolos en ese todo creado por varias manos que aportan a él y, a su vez, lo transforman en una obra única, pero que contiene diversas miradas. Es un todo que es una obra única. ¿No es maravilloso?».

Llegó entonces José R. Cortés Criado, amante de los libros y las buenas lecturas y administrador del blog Un Abrazo Lector, para dejarnos sus palabras:

«El álbum ilustrado es un fenómeno del siglo XXI, se aleja de las ilustraciones cargadas de didáctica de los siglos anteriores y de los libros en los que se incluye algún dibujo. Hoy el poder de la imagen para contar una historia, para expresar emociones, sentimientos, anhelos, deseos… es enorme. Ya no se trata de la unión de texto e imagen, ahora junto a los elementos lingüísticos, ideológicos, literarios, aparecen otros artísticos, que tienen que ver con los iconos, los gráficos y las artes plásticas en general, que dan como resultado un producto cultural más allá de la suma de texto e ilustración. Como dice mi amiga Isabel Borda Crespo, de la Universidad de Málaga, “el tema principal de los álbumes ilustrados es la tensión entre texto e imágenes”».

La escritora italiana Anna Lavatelli, cuyas ideas siempre me interesan y enriquecen, también se dispuso a intervenir:

«Sería muy banal si la parte gráfica repitiese solamente lo que el texto cuenta. Esa parte tan importante tiene que contar más, mejor si es con una mirada algo divergente o simplemente más amplia, de manera que el niño pueda leer las imágenes y enriquecer la lectura con la contribución de otros detalles. Y no debemos olvidar que el ilustrador no tiene que expresarse al pie de la letra: si el texto dice “siete enanos”, el ilustrador no tiene obligación de ilustrar a los siete».

José volvió a aportar unas interesantes observaciones sobre este aspecto de las ilustraciones que consideraba Anna:

«La calidad de las ilustraciones actuales hace que abrir un álbum ilustrado sea una puerta enorme a la imaginación, donde se puede leer algo más de lo que dicen las palabras, gracias al color, los trazos, la distribución de la imagen… que fácilmente interpreta un bebé que no sabe leer como un adulto. Los álbumes actuales no solo se dirigen a un público infantil. Tienen algo especial, cuando los abro me atrapan, me embeleso observando las ilustraciones; algunas son tan esquemáticas y de apariencia tan simple, que me hacen pensar mucho; otras tan realistas o detallistas que me llevan a ese mundo donde el artista quiso transportarme; todo ello al margen de lo que diga el texto».

Eva María Amigo Rodríguez, librera de la Librería Unquera y amante de la literatura infantil, también compartió su punto de vista:

«Para mí el álbum ilustrado no tiene edad y no tiene por qué tener texto. La historia se cuenta a través de las imágenes, que, además, pueden o no apoyarse en un texto».

Anna volvió, desde Italia, para contarnos:

«Donde vivo, casi la mitad de los álbumes ilustrados son para adultos. Muchos artistas se están aficionando a ese tipo de obra que une la fuerza de la palabra con la fascinación del arte. Hay que disfrutar de tanta belleza».

Berni Pajdak, escritora e integrante de Cuentos a Tope, que expresó estar de acuerdo con lo intercambiado antes, compartió un texto de Sally Books titulado Introducción al álbum ilustrado, que le parece bastante completo. En él se define el género y se plantean sus características.

En eso estábamos, cuando llegó Barbara Pregelj, editora de la editorial eslovena Malinc y traductora, para contarnos que, para ella, «se trata de un género todavía por explorar».

Es decir, cuando creímos estar llegando a una idea colectiva acabada, Barbara nos plantea un inicio desde el cual pensar: hay mucho por explorar, por aprender y por descifrar de este género. Y creo que tiene razón y este es uno de los aspectos más interesantes del álbum ilustrado: se transforma con el pasaje del tiempo, con la evolución del arte y de la literatura, y te obliga permanentemente a repensar.

El rol del escritor, el rol del ilustrador, el rol del lector, las edades a las que van dirigidos los álbumes, las tendencias, la transformación conceptual y artística que han experimentado estos libros… Poco a poco, entre todos, fuimos enlazando ideas hasta alcanzar un concepto más grande.

La construcción colectiva vuelve a sorprenderme y a llenarme de regocijo, porque ese lugar al que llegamos juntos, muy lejos de ser un lugar definitivo, es un espacio de puertas abiertas que nos ofrece la libertad de revisar constantemente y esa es una fuente indiscutible de crecimiento y aprendizaje.


En la fotografía, mi querido amigo y colega Leroy Gutiérrez y yo, disfrutando de unos excelentes álbumes ilustrados.


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