Al abrir las páginas de Matilda, de Roald Dahl, una se encuentra con una historia fresca y cautivadora, que no solo ha resistido el paso del tiempo, sino que sigue iluminando a lectores de todas las edades con su mezcla de ingenio, ternura y rebeldía.
En casa, este libro ha sido una experiencia compartida. Lo leí sola por primera vez hace años y hace poco compartí la alegría de revivir su lectura, esta vez junto a mi esposo y mis hijas. Además de vivir una experiencia inolvidable, pude comprobar que su magia permanece intacta.
Gracias muy especiales a Emiliano por regalarnos la preciosa edición del libro de Loqueleo.
Matilda Wormwood, la pequeña protagonista, es un alma extraordinaria atrapada en una familia que no valora su genio. Rodeada de adultos que no la comprenden, excepto la entrañable señorita Honey, Matilda encuentra en los libros un refugio y una forma de resistir la indiferencia y las injusticias.
Al ser muy pequeña y joven, el único poder que tiene Matilda sobre cualquiera de su familia era el del cerebro. Los superaba en ingenio.
Matilda es un recordatorio de la importancia de cultivar el amor por la lectura desde la infancia. Leer este libro en familia no solo fomentó ese amor, sino que abrió espacios de diálogo sobre temas fundamentales, como el respeto, la resiliencia, el lenguaje y la capacidad de desafiar las adversidades, entre muchos otros.
Ya es malo que haya padres que traten a los niños normales como costras y juanetes, pero es mucho peor cuando el niño en cuestión es extraordinario, y con esto me refiero a cuando es sensible y brillante.
La figura de Matilda invita a los niños a abrazar su singularidad y a los adultos a reflexionar sobre cómo acompañarlos en ese camino. Dahl, con su característico humor y su sensibilidad, también nos recuerda que la autoridad no siempre tiene la razón y que desafiarla puede ser el primer paso hacia el cambio.
Otro elemento que enriquece enormemente la experiencia de leer Matilda son las ilustraciones de Quentin Blake, con sus trazos sueltos y expresivos, que capturan a la perfección el espíritu del libro. Estas ilustraciones no solo complementan el texto, sino que aportan una dimensión visual que hace que los personajes y las situaciones cobren mayor vida para lectores de todas las edades.
En definitiva, Matilda no es solo un clásico de la literatura infantil; es un puente entre generaciones y una inspiración para cualquiera que crea en el poder transformador de las historias. Ya sea que lo leas por primera vez o vuelvas a él como un viejo amigo, este libro siempre tiene algo nuevo que mostrarte, te lo aseguro.
¡Que nunca falte en tu biblioteca ni en tu corazón!
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