Las 10 de María Stella Olivera Prietto

María Stella Olivera Prietto es, antes que nada, una hermosa y querida mujer de Tacuarembó. Dirige, hace unos cuantos años, un taller literario que ha viajado por diversos espacios tacuaremboenses y actualmente se ofrece en la Cátedra Washington Benavídez. Por él han pasado varias generaciones de creadores. La labor de María Stella, a pesar de que a ella no le gusta nada presumir, hay que decirlo, ha sido fundamental para el progreso de la literatura tacuaremboense y le debemos un reconocimiento formal en este sentido. Su aporte no se acaba en el dictado de los talleres literarios. Ella siempre ha tratado de ir a más, con el único fin de buscar nuevas oportunidades para los escritores. Así, logró publicar una recopilación de textos de sus talleristas, en la que se pueden leer verdaderas joyitas.

Bajo estricto juramento de la entrevistada respecto a decir la verdad y nada más que la verdad, he aquí sus diez respuestas, para que las disfruten tanto como yo.

1) ¿Qué puedes contarnos sobre tu experiencia como docente encargada de talleres literarios?

Hace 50 años enseño literatura y más de 25 que tengo un taller literario. Me hice cargo, no sé si en el año 89, del que había iniciado Kydia Mateos en la Dirección de Cultura de Tacuarembó. Kydia era la coordinadora nacional de los Talleres Literarios del MEC y me animó y apoyó muchísimo.

Te darás cuenta por la fecha que los talleres son una creación de la vuelta a la democracia. Fue, desde el principio, una experiencia muy removedora, porque en el taller las relaciones son horizontales y la opinión de todos los participantes debe ser tenida en cuenta. También es muy exigente para el docente, no sólo porque te pueden preguntar cualquier cosa, sino porque tenés que conocer muchos autores y con cierta profundidad, porque el ritmo del taller te demanda siempre algo nuevo. Por otro lado, los talleres son «marginales» en cierto sentido, porque se basan en la idea de que cualquier persona es capaz de crear, más allá de si tiene o no talento.

Desde el 2000 hasta el 2004 el MEC realizó unos cursos para animadores de talleres. Asistí a ellos esos 4 años, fue una experiencia muy rica, por los profesores y por los compañeros; recuerdo Didáctica de taller, porque allí compartimos experiencias traídas de la realidad de cada uno de los docentes de talleres de todo el país.

En los más de 25 años que llevo con mi taller, como decís con exactitud, he viajado por los más diversos espacios tacuaremboenses: el liceo 1, la Dirección de Cultura, AEBU, el Club Tacuarembó, mi casa. Ahora estamos en el local de la Cátedra W. Benavídez, espacio tan querido por mí. Incluso en dos oportunidades estuve trabajando con el taller de Paso de los Toros.

2) Te ha tocado llevar adelante la docencia durante la dictadura y en Tacuarembó. ¿Cómo recuerdas esos tiempos en cuanto a la producción literaria?

Fue una época terrible. Para la producción literaria fue una etapa «larvaria». No llegaban los libros que se estaban publicando en el mundo, como había pasado antes, que publicaba García Márquez, Cortázar, etc., y conseguías los libros enseguida, si no acá, en Montevideo. No había posibilidad de reunirse para ninguna cosa: para escuchar a escritores, para hablar de la propia obra o de las de los otros; ni soñar con publicar. Entonces cada uno realizaba en soledad su creación, ensayaba escribir poco menos que en secreto. Recuerdo haber leído de esa época, textos muy complejos, muy barrocos, te diría (como resultado, quizás, de todo lo que se censuraba entonces, que muchas veces tomaba la forma de represiones interiores), quizás imperfectos pero muy interesantes, la mayoría de los cuales nunca fueron publicados.

Ya saliendo de la dictadura, empieza a darse a conocer una serie de escritores de Tacuarembó, que siguen escribiendo hoy, y que recibieron algunos premios nacionales. Creo que el primero fue Carlos Rosas, un exquisito poeta tacuaremboense, el que ganó el Primer Premio Ex-aecquo del Concurso de Poesía del Club del Banco de Seguros del Estado con el libro Vestido para el fin, obra publicada en 1982.

3) ¿Qué particularidades culturales tiene Tacuarembó actualmente?

Es difícil hablar, tener una opinión objetiva sobre aspectos de una comunidad, viviendo en ella. Lo que puedo decir, dejando un poco de lado cosas muy concretas como que en Tacuarembó no hay un espacio decente para hacer teatro, no hay un cine (y cuando lo ha habido, exhibe lo peor del cine comercial), no hay librerías sino papelerías y jugueterías (y puedo seguir enumerando lo que no hay), pero, básicamente, lo que no hay, es una política cultural oficial, no hay una planificación o siquiera una visión general de lo que debería hacerse en esta materia.

Se realizan actividades culturales en diferentes espacios, como clubes o alguna institución. Desde la creación de la Cátedra W. Benavídez, muchas de estas actividades se han canalizado a través de ella. En fin, hay esfuerzos, pero son circunstanciales, no responden a una organización general, con objetivos concretos y a largo plazo. Y fijate que si no hay una planificación oficial, las instituciones privadas, por mejor intención que tengan, no tienen presupuesto para tareas de este tipo.

Sin embargo, las expectativas son muy altas, todos nos enorgullecemos de los escritores y músicos coterráneos y esperamos que nuestros artistas sean los más talentosos, los mejores. A pesar de esto, sucede muchas veces que resulta difícil encontrar apoyo para actividades culturales, no sólo desde lo oficial, sino desde la misma gente común y corriente, que, muchas veces, ni siquiera asiste a lo que se organiza.

4) ¿Cómo es dictar un taller en ese contexto? ¿Qué beneficios y desafíos implica?

Bueno, el Taller es muy respetado en la comunidad, lo que no implica, necesariamente, que se lo apoye. Hemos tenido años de pocos y años de muchos talleristas. También tenemos un grupo de gente, que, aunque no asista al taller, nos acompaña de otras maneras.

No es fácil funcionar en este contexto (las carencias en Tacuarembó) porque, además de las dificultades propias, desde lo más básico, como tener acceso a buen material literario, a las fotocopias, hasta a conservar un grupo que asista en forma regular, el Taller debe tratar de hacer una tarea como de «extensión». Es decir que no basta con un buen trabajo «hacia adentro». Hay que apoyar a los creadores locales. Hay que hacer otras cosas: en una época hice video-cine; generalmente, todos los años, organizamos algunos cafés literarios con lectura de los talleristas y escritores locales. Hay que pelear para lograr alguna forma de publicar. Conviene invitar a los artistas tacuaremboenses que tienen obra conocida, porque son siempre un incentivo para los que comienzan.

Otra cosa que se hizo fue llevar la lectura de algún texto a las bibliotecas de los centros de barrio. Iban los talleristas (yo no iba, los ayudaba con los autores y organizaba las salidas, claro), es decir, una especie de «extensión» del taller «hacia fuera», que tuvo mucho éxito. Todo supone organización, trabajo y, muchas veces, meter la mano en tu bolsillo.

Cuando los talleres eran fruto de un convenio entre el MEC y las Intendencias, cada año se hacían encuentros a los que asistían todos los talleres del interior. No creo sea necesario explicar lo beneficiosa que era esta instancia.

5) ¿Crees que hay diferencias en los gustos y los intereses de los talleristas de hoy respecto a quienes fueron talleristas en la década anterior? ¿Cuáles?

No me parece. Al taller siempre se ha acercado gente a la que le gusta leer o leer y escribir, con determinada sensibilidad, que encuentra un espacio en el que hablar o disfrutar de la literatura con personas parecidas a él.

6) ¿Hay apoyo local a la literatura, los libros, los talleres literarios? ¿Cómo ves este aspecto?

No. Como te dije antes, a nivel oficial no hay nada y las instituciones privadas no tienen un presupuesto, ni una organización que pueda servir para un seguimiento o un apoyo real a la cultura. Te prestan o alquilan sus espacios por módicos precios, pero poco más. Hay bibliotecas, la municipal y ahora la de la Cátedra, que está formando su biblioteca con donaciones.

Pero te cuento algo que acaba de pasar como un ejemplo de la situación: fui invitada por un joven profesor a hacer un taller literario en el Liceo 2 de Tacuarembó. Los alumnos que quisieran ir, debían inscribirse en forma voluntaria. Sorprendentemente, había 19 muy jóvenes alumnos (de un promedio de 15 -16 años), a los que les encanta escribir y leer, de un nivel alto, que, con unas pocas preguntas de un juego de taller, escribieron unos minicuentos muy buenos.

Ahora pregunto, detectado este grupo de jóvenes entusiastas (sin duda, animados por excelentes profesores, que no tienen recursos para hacer más de lo que ya hacen), ¿qué podemos —todos, como comunidad— hacer por ellos? Nada, porque no hay nada previsto. Es decir, alguno ya está yendo a mi taller, pero es muy insuficiente ¿Qué se podría hacer? Invitarlos a cursos, cursillos, implementar concursos con buenos premios, realizar encuentros con otros jóvenes con los mismos intereses… apoyarlos. Es decir: presupuesto, presupuesto e interés.

7) ¿Qué hace falta para impulsar a los escritores de una ciudad del norte como Tacuarembó, tantas veces olvidada?

Darles la posibilidad de publicar y de tener una vidriera, algún concurso serio con premios importantes. Repito lo que digo en la respuesta anterior.

8) ¿Cómo ves el mundo editorial respecto a las oportunidades de publicar de los escritores?

Como sabemos, las editoriales prefieren publicar escritores consagrados, que no supongan un riesgo para su inversión, nadie se juega por escritores desconocidos. Todavía es más difícil publicar para los escritores del interior. Alguna editorial que se ha acercado, ha hecho la publicación, cobrando, pero no ha hecho el trabajo de difusión y distribución de las obras que se supone debía hacer.

9) ¿Qué consejo le darías a alguien que comienza a transitar el camino de la escritura?

Que lea mucho, claro. Y que escriba, todos los días y con honestidad, ¡sin ensoberbecerse! Y, claro, ¡que vaya a un taller literario!

10) ¿Cuál fue el último libro que leíste y qué te pareció?

Mi vida querida de Alice Munro, que tiene algunos cuentos antológicos y, al mismo tiempo estoy leyendo Los sinsabores del verdadero policía de Roberto Bolaño, una magistral lección de literatura. Además, preparando cosas para el taller, ahora Esa mujer de R. Walsh; antes, Gelatina de Mario Levrero.

¡Muchísimas gracias, María Stella!


Las 10 es un ciclo de entrevistas a mujeres uruguayas de varias generaciones, que desempeñan, apasionadamente, distintos roles en el mundo del libro. Decidí emprender este ciclo por el placer que me provoca el intercambio con estas mujeres, a quienes aprecio y admiro. Espero que mis preguntas los acerquen más a ellas y, así, ese placer se multiplique.

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