La niña del canal
Thierry Lenain
Ilustrado por Anne Victoire
Fondo de Cultura Económica, México, 2017
Inspiro largamente. El aire entra y luego sale por mi boca en un gran suspiro. Cierro el libro y lo pongo sobre mi pecho. Lo mantengo ahí, lo apreto con las dos manos como si quisiera introducírmelo adentro, para que se quede un poco más conmigo.
¡Qué libro tan necesario!, pienso luego.
Sara es una niña como yo lo fui.
Una niña como seguramente muchas otras mujeres fueron.
Estuvo presa de las necesidades de un adulto que se aprovechó de ella.
“Ahora Sara estaba prisionera, sin necesidad de calabozo ni de puerta ni de cadenas”.
Se sintió tan culpable por esa actitud ajena, que no pudo decírselo a nadie.
Se cortó el pelo “muy corto, como un niño”, dejó de comer, se sentía triste y sola.
Su maestra lo nota y se preocupa por ella, pero, al mismo tiempo, revive sus propias sombras al tratar de acercarse a la niña.
Hay un paralelismo entre las historias de ambas, que han quedado marcadas “al rojo vivo”.
La maestra está llena de dudas.
No sabe hasta dónde se trata de una experiencia de Sara y hasta dónde de sus propias vivencias. El límite es difuso.
Es incapaz, por momentos, de tener claridad.
La madre de Sara, con su actitud defensiva, solo aporta presión a la niña.
Y el padre no está en condiciones de ofrecerle más que una caricia en las noches, mientras la niña duerme.
Todas las personas de esta historia actúan según sus móviles, impulsadas por inseguridades y miedos. Hay pocas certezas. Como la vida misma.
Me pregunto cuántas mujeres y cuántos hombres han sufrido algún tipo de abuso en la niñez. Me encantaría tener la oportunidad de preguntártelo a ti, que estás leyendo estas líneas.
Creo que nos sorprenderíamos de saber cuántos de nosotros nos identificamos con la historia de Sara.
Pero más allá de nuestras propias sombras, debemos ser capaces de trascender.
Cuando un niño deja de comer, se rasura el pelo, se ve triste y solo, ¿necesitamos algo más para entender que está viviendo algo difícil?
Leer este libro fue, de alguna manera, leer mi propia historia; entenderme como niña y recapacitar como adulta.
Las sombras siempre estarán.
Si te ha gustado esta publicación, coméntala, compártela o regálame un me gusta. Eso me motivará a seguir escribiendo para ti. ¡Muchas gracias!