Según la RAE, «experiencia» tiene diversos significados:
1. f. Hecho de haber sentido, conocido o presenciado alguien algo.
2. f. Práctica prolongada que proporciona conocimiento o habilidad para hacer algo.
3. f. Conocimiento de la vida adquirido por las circunstancias o situaciones vividas.
4. f. Circunstancia o acontecimiento vivido por una persona.
De ellos deduzco que leer es una experiencia y muy personal, por cierto.
Aquí comparto la mía.
Uno de los aspectos que más me fascina de la lectura es que me permite una versatilidad que otras actividades no me ofrecen, porque hay distintos formatos y cada uno tiene su encanto o su provecho.
Los libros impresos son, por lejos, mis favoritos. Entre las manos los siento como pájaros que abren sus páginas para volar por mi mente y mi corazón.
Es una forma distinta a las demás, que se caracteriza por ser una experiencia física y también emocional. Lo emocional no desaparece en los otros formatos, porque no depende del dispositivo que use, sino de las historias que contienen los libros, de la prosa de los autores o de lo que ellos tienen para contarme. Sin embargo, la experiencia física directa con el libro al tacto, al aroma, al oído cuando paso sus páginas, la pierdo con los dispositivos electrónicos y, como lectora, tengo la necesidad de estar en contacto con esa vivencia corporal. Tal vez esa es la razón por la que, aunque leo de otras maneras, vuelvo pronto a ese objeto tan preciado que es para mí el libro impreso.
Los libros digitales han llegado a mi vida hace mucho tiempo y para quedarse.
Como editora y correctora de estilo, utilizo permanentemente versiones digitales de los libros en los que trabajo. Soy una lectora digital avezada y, si vamos a las estadísticas, son los formatos que más consumo, dado que mi jornada laboral la dedico, en gran parte, a leer digitalmente. Esta es una característica particular a la que me enfrento por ser lectora y, a la vez, trabajadora del mundo del libro, pero que no quita que también lea libros digitales por placer. Lo hago, pero a la hora de hablar de preferencias no son los primeros que elijo. El hecho de estar el día entero leyendo en pantalla hace que no resista demasiado a ella cuando se trata de mi tiempo de ocio. Además de la vista cansada por el exceso de exposición, en el fondo, sigo sintiendo la sensación de que estoy trabajando, aunque no lo estoy haciendo.
Durante el confinamiento, creo que como muchos lectores, cuando era imposible ir a la librería o a la biblioteca, leí más libros digitales por placer que de costumbre.
Los audiolibros han sido un antes y un después en mi vida. Cuando los descubrí, se abrió el mundo.
Los audiolibros me ofrecen una experiencia totalmente diferente a las dos que mencioné antes. Los escucho mientras ando en bicicleta, mientras camino, mientras preparo la comida o mientras pinto una pared en mi casa. Es decir, al mismo tiempo que disfruto de otras actividades. Y lo hago con mucha frecuencia.
Ahora, ¿escuchar es lo mismo que leer?
Este es un extenso debate y sería interesante abordarlo, pero lo dejo para futuras publicaciones.
Antes me encantaría conocer tu experiencia con la lectura.
Si te ha gustado esta publicación, coméntala, compártela o regálame un me gusta. Eso me motivará a seguir escribiendo para ti. ¡Muchas gracias!