Intuyo que uno de los aspectos con los que debe lidiar un famoso del calibre de Viggo Mortensen debe ser el encasillamiento. Es un actor que sigue dejando huella en el cine y esta es su faceta más conocida, es indiscutible. Sin embargo, además de actor, es poeta, editor, fotógrafo y pintor.
En 2002 fundó Perceval Press, una editorial independiente con base en Santa Mónica, California, especializada en arte, escritura crítica y poesía, con la intención de publicar a autores cuyas obras no se publicarían de otra manera.
No se trata de una editorial de grandes tirajes, pero sí de un proyecto que pone la mira en publicaciones y contenidos críticos y de calidad. Publican unos doce títulos al año y es una editorial que tiene sus pautas muy claras. Por ejemplo, no imprimen sus catálogos: «Creemos que ya usamos suficientes árboles», aducen, a la vez que explican que prefieren mantener su catálogo en línea.
Además, Mortensen cuenta que repasa todos los libros con peine fino antes de publicarlos y que no tiene problemas para decir que no. La distribución, que llegaron a hacerla por medio de un distribuidor, pronto volvió a manos de la editorial, cuando comprobaron que los libros que no se venden se olvidan y, si no vendes, estás afuera.
Con esta impronta, la editorial ha publicado la Antología de la nueva poesía argentina, con selección de Gustavo López, en la que presentan una muestra de la poesía argentina de la llamada Generación de los Noventa.
Otro título interesante del catálogo es Hijos de la selva, un libro con textos de Federico Bossert y Diego Villar, con edición de Mortensen, en el que se describe la historia del etnógrafo y explorador alemán Max Schmidt y que incluye una selección fotográfica magnífica de los registros que él obtuvo mientras investigaba las culturas de Mato Grosso y áreas perdidas de Paraguay, entre 1900 y 1935.
¡Y llegamos a Mortensen! Sí, porque en el catálogo también hay títulos de su autoría.
Lo que no se puede escribir es una colección de poesía en español y fotografías en blanco y negro, en la que el autor explora sobre temas como la muerte, la naturaleza y la aceptación del presente. En suma, sobre su propia experiencia de vida.
En Skovbo, otra colección de poemas, también acompañada de fotografías, pero esta vez en danés, el enlace de los sentimientos con la naturaleza y los paisajes es lo que prima.
Te olvido para siempre, un título que figura como agotado en el catálogo y que muero por leer, es otro resultado de las exploraciones íntimas de Mortensen.
Y estos no son los únicos libros que publicó el autor. Su obra es más extensa, pero quizás tiene un hilo que la une y es su afán por explorar sobre sus vivencias por medio de la palabra y su deseo de comprender, desde ahí, mejor este mundo que a veces resulta inhabitable.
«Escribir es un esfuerzo por sentir que pertenezco», dijo alguna vez. Sí, es exactamente eso: escribir para pertenecer, sin etiquetas previas, sin calificaciones sobre cómo debe ser o no el arte o la poesía —un asunto sobre el que a Mortensen parece interesarle reflexionar—, sino dándose el permiso para investigar por los laberintos de la palabra, sin saber a ciencia cierta dónde se va a terminar. Esa es la apuesta de este autor que me engancha y me motiva.
Artistas, finalmente, somos todos, comentó en otro momento Mortensen. Y es así, porque el arte, más que escribir bien, pintar bien, componer bien —que no sabemos exactamente qué sería—, es una actitud, una forma de plantarse ante la vida y de visualizarla, sin dejar de ser partícipe de sus hechos, cuando nos involucran y cuando no lo hacen, porque no solo nos motivamos con lo propio, sino que la verdadera riqueza nos llega cuando comprendemos la realidad del otro, empatizamos con él y descubrimos, cuando volvemos a lo nuestro, algo nuevo de nosotros mismos.
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