Esther de Cáceres

La poeta que conocemos como Esther de Cáceres se llamaba, en realidad, María Esther Correch. Su nombre lo cambió al casarse y adoptar el apellido de su marido.

Esther nació en Montevideo el 4 de setiembre de 1903 y falleció en Rianxo (Galicia), en 1971. Además de escritora, fue doctora y profesora de Literatura. Estuvo muy involucrada en el movimiento literario de su época y promovió tertulias en las que participaban los escritores referentes de aquel momento, allá, por mediados de 1900.

Su devoción religiosa no pasó desapercibida en su obra ni, por supuesto, en sus intereses y en su vida diaria, aunque su fe católica no impidió que su poesía fuera lo suficientemente amplia como para permanecer fuera de la categoría de poesía cristiana. Lejos están sus versos de esa etiqueta, aunque muy cerca, sí, de lo espiritual, de lo místico.

Los pianos

¿Qué piano me recuerdan

las nubes esta tarde?

Lejos de acantilados

en donde el mar se rompe

llorando;

lejos de ciegas llamas

que una mano desata

para su muerte incauta,

ya no eres gris espada

ni violento relámpago.

¡Las nubes me hacen dulce

tu recuerdo en la tarde!

Como se planta un árbol

hoy dejo sobre el mundo

tu imagen:

Tú eres como los pianos

distantes en la tarde.

No acantilado: blanda

playa de seda y algas

a donde mi amor llega

cantando.

Las lentas melodías

a tu alrededor vagan,

como aquellas gaviotas

que se acercan a un barco

y le hacen una nueva

quilla blanda.

¿Qué piano me recuerdan

las nubes esta tarde?…

¡Tú eres como los pianos

y las nubes distantes!

Su bibliografía es diversa y vasta.

No me he propuesto más fin que expresar la verdad de mi ser, según medios estilísticos elaborados para dar esa expresión, testimonio, acción de gracias, signo cantado de la adoración. Es este sentido el que determina la unidad de mi obra a través de toda ella, desde Las ínsulas extrañas, editada en 1929 en la Argentina por mi noble amigo el escritor Bernardo Canal Feijóo, hasta Tiempo y abismo, aparecida en estos días en ediciones del Río de la Plata. Y en los libros que pueblan ese período de largos años, 12 libros, no hay sino una progresión que se señala por el crecimiento de la vida profunda, por el aporte de las experiencias culturales, por la elaboración de los medios.

Así responde Esther en una entrevista a la pregunta acerca de si había modificado sus ideales, sus temas o sus planes desde que había iniciado su vida literaria.

Todos dicen que ella se caracterizó por la entrega a esos ideales y su opinión lo deja en evidencia.

Se consideró discípula de María Eugenia Vaz Ferreira y sobre ella, entre otras muchas alabanzas que hizo siempre que le fue posible, dijo:

En ella aprendí el desapego con respecto a la popularidad, de las preocupaciones del escritor profesional.

El Libro de la soledad es uno de sus más hermosos poemarios.

Así nos reciben los versos de su inicio:

Junto a tu sombra

camina mi voz,

temblorosa

como una llama del cielo,

se hace un camino nuevo en tu silencio

mi canción.

Junto a tu sombra

camina mi voz.

Toda la obra de Esther de Cáceres es digna de conocer y disfrutar, palabra tras palabra, verso tras verso, silencio tras silencio.


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