¡Sé leer!

Estaba todo listo. Las calles, cortadas; los puestos, montados. Había para todos los gustos. Circo, teatro, música, libros, comida, artesanías… Lo que buscaras, en un entorno hermoso de la rambla uruguaya. Y yo también estaba lista: al lado de mi puesto de libros, con almohadones en el piso y libros para compartir con las familias y los niños que se acercaran.

¡Llegaron los primeros!

Se acercó un niño de 4 años, que tironeaba a su papá de la mano, para alcanzar pronto los libros que había divisado desde un par de metros de distancia.

Al llegar frente a los libros, el niño tomó uno que le llamó la atención y se sentó en uno de los almohadones. Lo abrió y, enseguida, su padre le dijo: «Pero si vos no sabés leer».

El niño se entristeció.

El padre me miró y encogió los hombros, como diciendo: no sé qué pretende este niño. Claramente lo hizo para buscar mi aprobación.

Yo, que me sentí indignada, miré al niño y le dije: «¿Sabés que hay varias formas de leer?».

Él se sorprendió y me escuchó con atención.

«Podés leer las letras o leer las imágenes. Las imágenes también cuentan historias. ¿Lo sabías?».

El niño agrandó los ojos, miró a su padre y volvió a mirarme a mí.

Yo continué: «Es más, puedo decirte que hay adultos que no saben leer imágenes, aunque saben leer letras. Nunca lo logran. Pero vos parecés muy inteligente y seguro que podés leer imágenes mejor que un adulto».

No le dije nada más.

El niño miró el libro y comenzó a tocar sus páginas.

Luego miró a su padre y le dijo, muy convencido: «Sé leer».

El padre se sentó en otro almohadón y el niño comenzó a hacer su lectura de imágenes.

«La gallina está cansada y triste», dijo primero.

El padre le preguntó si sabía por qué.

«Porque comió mucho y no puede subir a la bicicleta», respondió el niño, que continuó pasando las páginas y leyendo hasta el final del libro.

Algunas personas se pararon a escuchar la historia que hacía.

No sé cómo procesó el padre aquella situación, pero yo me quedé pensando en lo necesario que es tener una postura abierta y atenta frente a lo que compartimos con los niños. Si les decimos que no saben, pues no sabrán; si les decimos que no pueden, pues no podrán, incluso cuando estén frente a una gran oportunidad, como era esta.


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