La literatura infantil del antropomorfismo

Históricamente, se ha aceptado en la literatura infantil el antropomorfismo como vía para explicar a los niños distintas cuestiones de la vida.

El antropomorfismo es la atribución de cualidades o rasgos humanos a un animal o a una cosa. A mí me interesa analizar el tema desde la perspectiva de la humanización de los animales, aunque el análisis bien podría aplicar a la de las cosas, claro.

Desde tiempos remotos, se han presentado y se continúan presentando libros que fomentan el conocimiento de los sentimientos y valores humanos por medio de historias que viven los animales, no las personas.

Así, los animales son buenos o malos, envidiosos o solidarios, empáticos o egoístas, abusadores o generosos… y un sinfín de combinaciones posibles. Combinaciones que, por cierto, en general son presentadas como dicotomías y resultan a veces inverosímiles.

Un gato no puede ser envidioso. Un perro no puede ser egoísta. Un lobo no puede ser malo. Un cocodrilo no puede ser un abusador. Un oso no puede ser solidario. Mucho menos un pato puede ser generoso…

¿Por qué? Simplemente, porque estos nobles animales no son capaces de guiarse por los sentimientos que sí impulsan a los seres humanos y que, muchas veces, los conducen a cometer los actos sobre los que queremos hablar, de manera encubierta, con los niños.

Entiendo: la idea que sustenta la humanización de los animales es mostrar a los niños la realidad y presentarles situaciones que ellos mismos podrían vivir, para que, de esta forma, tengan un antecedente orientador. ¿Pero esto es acertado? En lo personal, considero que es un error para la construcción de sentido que se pretende motivar, porque ese antecedente se desvanece cuando los niños no logran encontrar su asidero en la vida real en el momento que esa situación que se esperaba anticipar finalmente les llega.

Cuando les presentamos una historia de un gato envidioso, pretendemos que los niños aprendan a manejarse en el futuro ante la envidia. Cuando les contamos sobre un lobo que abusa de otros lobos, la intención es que aprendan a cuidarse a sí mismos frente al abuso. Lo que no nos paramos a pensar es que no solo se trata de una forma de transmitir conocimiento basada en algo inexistente, porque los animales jamás harían tales cosas y lo único que conseguiremos será confundir a los niños, sino que cargamos a los animales de una miseria y una intención que solo podemos tener los seres humanos.

Un estudio realizado por investigadores de las universidades de Toronto, Boston y Miami señala que el antropomorfismo afecta el aprendizaje de los niños y las concepciones sobre las personas y los animales. Los resultados de la investigación indican que los animales antropomorfizados en los libros para niños no solo pueden llevar a un menor aprendizaje, sino que también influyen en el conocimiento conceptual de los niños sobre los animales.

Se trata, básicamente, de distorsionar la realidad, justo cuando la intención es fomentar que los niños la conozcan. Por eso, es muy difícil que el resultado sea claro y acertado para ellos.

Al mismo tiempo, tenemos el asunto de la transferencia de los conocimientos que adquieren los niños por medio de los cuentos. En ese sentido, en esta investigación se señala que los niños tienen menos probabilidades de transferir información que adquieren de libros fantásticos al mundo real, en comparación con los libros realistas, que sí suelen transferir, es decir, los niños utilizan esa información para explicar sucesos de la vida real cuando están expuestos a ellos.

Me pregunto: si queremos que los niños conozcan la realidad, ¿por qué no hablar de los propios seres humanos, únicos responsables de las mayores dicotomías universales, sin transformarlos en animales, verduras o automóviles? ¿Acaso no creemos que los niños sean capaces de comprender comportamientos y sentimientos de las personas si se los presentamos como vivencias de personajes humanos? ¿No es esta una visión limitada que menosprecia la capacidad intelectual y emocional de comprender la realidad que tienen los niños?

El antropomorfismo moderno, excesivo y la mayoría de las veces innecesario, termina reduciendo la forma en que les presentamos el mundo a los niños. Reduce y confunde, por eso, no puede generar un conocimiento cabal, como tampoco genera un antecedente sustentable, porque no es sustentable aquello que se basa en un concepto que no es verdadero.


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