Explorar los vínculos entre el cerebro y la experiencia literaria es apasionante, sobre todo para quienes creemos en los libros como fuerza transformadora.
En las últimas décadas, el campo de la neurociencia ha realizado importantes avances en la comprensión de cómo el cerebro procesa y responde a la lectura y la escritura. Estos hallazgos ofrecen nuevas perspectivas sobre la naturaleza y el impacto de la literatura.
Uno de los principales descubrimientos de la neurociencia literaria es que leer ficción activa una amplia red neuronal en el cerebro. La lectura y la escritura tienen un efecto profundo en la plasticidad neuronal. Al exponernos a nuevas historias y al participar activamente en la construcción de mundos narrativos, estimulamos la formación de nuevas conexiones y redes neuronales. Esto implica que la experiencia literaria puede moldear y transformar la estructura y la función del cerebro a lo largo del tiempo.
Cuando nos sumergimos en una narrativa, no solo procesamos el lenguaje y la semántica, sino que también activamos áreas relacionadas con la percepción sensorial, la cognición social y la simulación mental. En otras palabras, el cerebro “vive” la experiencia de la historia casi como si fuera real.
Investigaciones realizadas por el psicólogo Keith Oatley sugieren que la lectura de ficción nos permite «simular» las experiencias de los personajes, lo cual mejora nuestra capacidad de comprender y compartir los sentimientos de los demás. (1)
Otros estudios han revelado que cuando leemos sobre acciones, emociones o sensaciones, las mismas regiones cerebrales que se activan cuando experimentamos esos fenómenos en la vida real también se encienden. Esto sugiere que la lectura de ficción nos permite practicar y desarrollar nuestra inteligencia emocional y social, al permitirnos ponernos en el lugar de los personajes.
El valor de la lectura como medio para favorecer la reserva cognitiva y la salud cerebral es, a mi juicio, enorme. Leer produce cerebralmente una especie de efecto mariposa. Pongamos por caso una buena ficción: la novela negra, de suspense (la poesía, la literatura técnica, el ensayo y otros géneros tienen otras virtudes). Cuando se lee se activa la corteza visual, áreas específicas para otorgar valor lingüístico a la información visual, áreas que otorgan significado a lo que se lee, áreas del lenguaje (aunque no se lea en voz alta) y áreas relacionadas con la emoción o el placer de la lectura. Pero también hay grandes zonas que se ponen a trabajar en paralelo, como el lóbulo frontal, que con sus funciones ejecutivas nos ayuda a ordenar mentalmente personajes, fechas, tramas; zonas relacionadas con la memoria de trabajo (lo que estamos leyendo), la memoria biográfica (lo que hemos leído) y la memoria de futuro o prospectiva (lo que aún no hemos leído, pero intuimos que va a pasar). (2)
Algunas investigaciones sugieren que la lectura de ficción puede tener beneficios cognitivos y emocionales tangibles. Por ejemplo, leer narraciones puede mejorar nuestra capacidad de empatía, nuestra memoria a corto plazo y nuestra atención. Incluso se ha propuesto que la literatura puede tener un papel terapéutico, al ayudarnos a procesar y comprender mejor nuestras propias experiencias y emociones.
Los lectores de ficción pueden trascender el aquí y ahora para experimentar mundos, personas y estados mentales que difieren enormemente de su realidad local. Sin embargo, las consecuencias de la lectura van mucho más allá de la experiencia subjetiva de cualquier individuo. Los investigadores de campos tan diversos como la psicología evolutiva, los estudios literarios y la antropología han acreditado de forma independiente la alfabetización como una posible explicación para cambios sociales tan fundamentales como la disminución de la violencia humana en los últimos siglos, el desarrollo de interacciones sociales basadas en el deseo sobre las basadas en reglas y el advenimiento de la subjetividad moderna. (3)
En definitiva, los hallazgos de la neurociencia brindan una perspectiva fascinante sobre la experiencia literaria. Lejos de ser una mera actividad intelectual, la lectura y la escritura se revelan como procesos profundamente enraizados en el funcionamiento del cerebro. Comprender estos vínculos puede ayudar a apreciar aún más el poder transformador y el impacto que la literatura puede tener en nuestras vidas.
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(1) Varela, N. y Aznar, F. (2022). ¿Qué podemos aprender al tomar la perspectiva del otro? Empatía, deliberación y competencia narrativa. Bioética Complutense, 43, pp. 10-17.
(2) Ezpeleta Echávarri, D. La lectura desde la neurociencia. El Laboratorio Contemporáneo de Fomento de la Lectura, Fundación Germán Sánchez Ruipérez.
(3) Tamir, D.; Bricker, A.; Dodell-Feder, D. y Mithcell, J. (2016). Leer ficción y leer mentes: el papel de la simulación en la red predeterminada. Neurociencia Social, Cognitiva y Afectiva, 11(2), pp. 215-224.
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